martes, noviembre 22, 2005

ROMANCE DE LOS GOMELES


Ilustración exacta, concebida tras leer el romance por D. Jesús Flores Thies.
El más antiguo y eficaz medio de comunicación ha sido el romance, acarreado por esas llanuras por juglares vagabundos pero no ociosos, que contaban al mundo cómo el mundo iba. Hoy puede ser una diversión que camina por el Hiper pero que sigue conteniendo la voz zumbona de aquellos hombres muertos.

POR LA VEGA CATALANA

Por la vega catalana,
cabalgando casi en cueros,
hasta cuarenta gomeles
seguían a Zapatero,
que raptada lleva a España
camino del Parlamento.

«Detén el llanto, cristiana,
no me saques de mis fueros,
que eres mi botín de guerra
y la ambición de mi pecho.
Quien quiera volver a verte
tendrá que pagarme impuestos,
mientras sesteas, tranquila,
en mi jardín de silencios.
Detén el llanto, caramba,
que a Cataluña te llevo
para que sepa Carod
que libre el campo le dejo.
Hazle sitio al Estatuto,
que es muy tozudo el sujeto
y, además, republicano:
como yo, pero en paleto;
casi como José Blanco,
pero de hablar más severo:
menos mal que el catalán
es jerga que no comprendo,
pues si entendiera sus dichos
me encanecería el pelo
y temblarían mis manos
como llevadas del viento».

«Detén el llanto, cristiana,
porque soy un rojo bueno
que sueña en un mundo justo,
justo bajo los pies negros
de mis cuarenta gomeles
que llevan odio en el pecho
y en la silla van dejando,
por cabalgar tan a pelo,
el forro de sus testigos,
la piel que guarda sus huevos.
Detén el llanto, cristiana:
cuarenta gomeles tengo
para secar esas lágrimas
y hacerte, como deseo,
Nación de muchas naciones,
madrastra de muchos pueblos,
y Patria de casi nadie,
pero Estado de Derecho.
Mis fuentes y mis jardines,
espejismos del desierto,
harán que olvides del todo
tu estirpe de caballeros,
pues tengo yo, mi sultana,
a catalanes charnegos
subiéndoseme a la parra,
llegándome a los hoyuelos,
tocándome los errores
de mandar gracias a ellos.
He de acallar mientras tanto
la gala de mis proyectos,
las luces de mis neuronas,
la lumbre de mi cerebro,
y encerrarte en los jardines
do los votos me metieron.
Así que calla, cristiana,
que Carod me tiene enfermo
y amenaza como nadie
la roja flor del gobierno».

Volvió en silencio la espalda,
cuitado por ser sincero
en la vega catalana
con sus gomeles por medio.

Lo fizo Arturo, que es Robsy, recordando, muy discreto, la «Oriental» de D. José Zorrilla, donde un capitán moro andaba en compañía de gomeles.