miércoles, noviembre 23, 2005

PENSAMIENTO CIRCULAR ***


PENSAMIENTO CIRCULAR. Sello de Oro de Trapisonda
Certificado de calidad
Los papeles de Trapisonda.

-Mis queridos alumnos, mis queridas alumnas, mi querido bedel: henos aquí reunidos para darle al caletre una ración de lógica trapisondista, que es nuestra obligación. Ya sé que muchos me diréis ¿y el bedel? Helo ahí con su pasamanería a la antigua y su calva para moscas. ¿Hablo de él como si fuera un bedel-objeto?

-No. –dijo el bedel- Estoy empleado aquí como voz del pueblo y me pagan como extras las horas de taberna. Es mi vocación. No me gustaba ejercer de abogado: demasiadas palabras huecas. Aquí, con mi pasamanería, soy feliz haciendo de vox populi, sicut erat nunc et semper.

-Ahí tenéis la modernidad: un bedel latinista en medio de su pasamanería. ¿Habéis leído el artículo que os sugerí para pensar conjuntamente en la libertad? Por el gesto compungido creo que sí. Doña Carmen Iglesias, que fue preceptora del Príncipe de Asturias, ha llegado a la fase en que el pensamiento puntiagudo se convierte en llanura, en afán mesetario o “instalación”. Ved los apuntes en la sección de “pensamiento circular en torno a la vida de los demás y la propia pelleja”. Por mucho que os opongáis, tiernos humanos, si meditáis a veces sobre las cosas, llegaréis a vuestro principio de comodidad mental, a la llanura intelectual, que es cuando no pides más, cuando te satisface lo que hay pues coincide con cuando no se te ocurre nada nuevo. Casi nadie va más abajo del Siglo XVIII ni más arriba del Siglo XIX. Veamos si esto sucede con el texto de doña Carmen Iglesias, historiadora y académica. La lectura, como habréis visto, no es de su pluma sino una entrevista titulada «La nación es una nación de ciudadanos; no hay nación de naciones ni de nada». ¿Qué nos dice esto? Que cuanto más largo es el titular, más plana es la teoría. Plana o asentada, como dijo nuestro fundador en su libro «La lógica trenzada y los papeles públicos». Tan largo era también su título que en la segunda edición se llamó “Ilógica de consumo”. Veamos la voz del pueblo. Ajá, os pillé. Lo he hecho adrede y nadie ha brincado pese a disponer de espíritus alerta. Las voces no se ven, pero nos creemos autorizados a decir cosas como “veamos la voz del pueblo” o “veamos lo que dices”. ¿Por qué? Porque la lógica del seso, o celebro, funciona con patrones y ver siempre es atender. Mirar, no, Ver, sí. Nadie dirá, salvo en prensa, «miremos la voz del pueblo». Adelante, don Arcadio.

-Leída la entrevista, veo que, pese al título, apenas se habla de la nación ni se dice lo que es, salvo una vaguedad referida a la titularidad de los ciudadanos. En realidad se habla de Montesquieu, aquel Secondat del Siglo XVIII, y de cómo cree doña Carmen que este barón puso límites a la libertad. No parece percibirlo porque acepta los mismos límites como parte de la libertad, lo que es un contrasentido. El núcleo de la idea que se nos transmite –si puede expresarse así-, es que la atribución de derechos es la libertad misma, y que el afán de libertad está escrito en la naturaleza del hombre.

-¿Y usted qué cree?
-Pamemas, profesor.
-¿Y por qué supone que son pamemas?

-Por la Lógica Circular. Cuando se alcanza, mediante el consumo de la cultura, un alto estatus mental, es inevitable descubrir que sólo se sabe que no se sabe nada, que todo sigue en el misterio absoluto. Entonces, para mantenerse, se recurre al tópico autorizado y feliz.

-¿Pamemas entonces?
-Pamemas un poco cargaditas de cháchara, profesor.

-De la Nación prometida en el título, el foco ha pasado a la libertad, asunto de mucha moda desde hace doscientos cincuenta años. Libertad que si vemos con ojos fríos y certeros la teoría del barón de Montesquieu, consiste en una serie de normas. Amplias de palabra, pero normas. El mundo es así y nadie se asombre de que se postule la libertad como normativa. Es la base del pensamiento circular: se acaba llegando a lo contrario de lo que se predica: en tocando la libertad como objetivo final de la sociedad, llegas a su negación metafísica: para ser libres hay que obedecer reglas. Si se avanza más por ese camino de libertad normativa, se acaba llegando a la necesidad de leyes justas que nos protejan de las leyes justas, aceptando con toda naturalidad el contrasentido que ello supone. No somos nosotros, es que nuestro cerebro está fabricado para aceptar cualquier enmascaramiento de nuestra condición de seres sociales, territoriales y asociados por la necesidad mental de convivir antes que por la utilidad de trabajar en paz y defenderse del vecino. O sea, en la Naturaleza no hay libertad. ¿Puede el lobo no ser lobo? Digan todos “Nooo”. ¿Puede el hombre no ser hombre y no pensar como hombre? Repitan “Noooo”, con una “o” más.

-Y si no existe la libertad en la Naturaleza, ¿existe la Libertad o tras ella, como objetivo, se agazapa la norma? Digan “Chi lo sá?”. Para ser libres, en su más amplio sentido, hay que conocer la verdad y eso no es posible con nuestros pobres mecanismos psicológicos y con nuestros mentirosos profesionales. O sea, aprendamos a dudar de lo que las normas dicen que es indudable. Don Arcadio, dígame: ¿es libertad hacer lo que a uno le de la gana?

-Ciertamente.
-¿Incluido volar?

-No hay libertad frente a la propia naturaleza: no tenemos órganos para esa libertad, o sea, alas. Ni dispensa para la ley de la gravedad.

-Es decir que hay cosas imaginables que no podemos hacer.
-Ciertamente

-Volar, no. Respirar debajo del agua, no. Brincar de rama en rama como un tití, no. Derribar puertas de un soplido, no. Ver toda la gama de rayos que el sol nos manda y cómo son las cosas a esa luz, no. Cargar con mil kilos, no. Pero, dentro de nuestra limitación estructural y operativa, ¿libertad sigue siendo hacer lo que le de la gana a uno?

-No creo.
-¿Por qué?

-Porque somos muchos y nos gusta la aglomeración, de modo que hemos de repartir libertad con los demás y tocamos a menos.

-O sea, que convivir nos limita.
-Ciertamente.

-Eso, mis buenos discípulos, nos indica la clave de la libertad: organización. Nuestro cerebro es muy bueno ordenando las cosas y completando las percepciones a medias. Es un don. Y ese don permite poner a cada uno en su sitio, o sea, organizar la vida de los demás con el objetivo del bien común, basándonos en algún criterio de selección: Por la inteligencia. Por la fuerza. Por la riqueza… Ninguna sociedad se ha organizado en orden a la inteligencia, pero muchas sí han sido lo bastante avanzadas para hacerlo en torno a la experiencia. De ahí, los senados, que ahora normalmente no tienen ·senex”, viejos que se las saben todas y son una efectiva medida de precaución. Pero no de libertad.

-Profesor, ¿nos vamos acercando a la llanura del pensamiento circular? O sea, la libertad vigilada o como vigilancia.

-O como Vigilia: estar despiertos para impedir que el orden de la libertad cambie. Muy agudo, Campos. No hay libertad que pueda subsistir si no está vigilada. No la ha habido en ninguna sociedad, y si la actual tendencia a suprimir su vigilancia se lleva a su conclusión final, no habrá ni sociedad ni hombres que compartan vida. Todo lo más, la libertad de vivir en una caverna, con la garrota en la mano, por si el vecino.

-No obstante, finjamos que no nos conformamos. No conformarse, no hacerse con la forma del mundo del momento, es una actitud humana que tiene que ver con la libertad. ¿Tenemos capacidad para entender cuanto nos rodea? No disponemos del órgano oportuno. O sea, ¿cómo podemos estar seguros de qué es lo que nos rodea, si vemos, oímos y pensamos con limitaciones? Finjamos creer que algún constructo mental, como la metafísica o la dialéctica, nos permite buscar otro aspecto de la libertad. No es hacer «lo que nos da la gana», de acuerdo, pero, entonces, ¿qué es? Porque todos hablamos de ella y algo será. ¿Una normativa de lo que podemos hacer y de lo que no nos pueden hacer? ¿Acaso se queda en un simple mecanismo de defensa? Es decir una medida práctica que cambiará según las necesidades. ¿Necesidades de quién, del que hace la ley o del que la cumple? Esto es importante en este final nihilista de la Edad Contemporánea. En cualquier caso no nos va a preocupar: siempre sucede que hay leyes que atropellan a las leyes vigentes y que, por lo tanto, cambian la libertad en concepto y en práctica. Las mayores tiranías se han establecido al grito de libertad. ¿Qué dice a eso la voz del pueblo, Arcadio?

-Que no nos acordamos de los enjuagues pasados y que lo que deseamos es quedarnos como estamos pero, a la vez, que todo cambie. Fatiga de los materiales será.

-¿Por qué diría esa contradicción la voz del pueblo?

-Por capricho de sus órganos sensibles, pero, sobre todo, porque los pueblos nunca saben qué sucede realmente ni dónde están de verdad.

-La lógica circular es estricta en esto: la memoria es particular, de cada persona y no registra lo general, el paso del tiempo colectivo. Como dijeron desde antiguo, las facultades de la psique son memoria, entendimiento y voluntad No hay memoria histórica sino memoria de lo que has leído tú y de lo que te han contado a ti. Recordar es conocer. Conocer es la base de datos para entender. Y entender exige una acción, un movimiento que sólo se produce usando la voluntad, si la voluntad decide que el riesgo es aceptable. Si por este camino hallamos que el acceso a la libertad está cerrado por nuestras capacidades incompletas y porque la necesidad de vivir juntos convierte la presunta libertad en una normativa, ¿es posible explorar lo pasado y desempolvar, por ejemplo, una idea romana de más de dos mil años de antigüedad? El hombre siempre es nuevo; sus ideas, no. Atiendan y digan luego “Atiza” o “Tomá” «Libertad es el derecho que tiene el ciudadano a saber todo cuanto le incumbe». Noten la variación de la perspectiva: derecho a saber; eso presupone radicar la Libertad en la memoria, a disposición del entendimiento y de la voluntad. Nos hablan de una libertad del espíritu como paso fundamental para una libertad del individuo entero. Pero no es tan sencillo: empecemos con qué le incumbe a cada uno de los seis mil millones. Seguramente cosas variadas. Diferenciemos: ¿Qué le incumbe a la mujer en cuanto que mujer y al hombre en cuanto que hombre? ¿Qué al gordo en cuanto que gordo, y al flaco? ¿Qué al listo, al torpe, al calvo, al asalariado, al patrón, al gay, al rico, al pobre, al raposo y al ingeniero? ¿Estamos ante un imposible circular? Sí: saber todo es imposible. Como dicen gráficamente algunos habituales, hasta el aleteo de un moscón antípoda puede tener que ver con nosotros. Ni siquiera podemos saber cuántos ni quiénes están detrás de una galleta que compramos en el supermercado Y esto es así porque –repetid conmigo- «la-re-a-li-dad-es-to-zu-da». Ajá: las cosas casi nunca coinciden con nuestros pre-supuestos, porque tenemos una mente que organiza de acuerdo con nuestras ideas y no de acuerdo con lo que quiera que haya de verdad a nuestro alrededor. Organizamos desde la falta de datos. Lo natural es que finjamos creer en lo común aunque lo presintamos falso. Creer sin razonar. De donde se deduce que la Académica Iglesias prefiere pensar al estilo seguro y rebasado del Siglo XVIII, antes que preguntarse lo que sin duda se preguntó el Barón de Montesquieu, de familia de juristas: ¿Es posible la Libertad? El barón contestó claramente, pero para los inteligentes: la división de poderes que, por otra parte, estaba ya en el ambiente desde hacía más de un siglo. ¿Se entiende bien lo que digo? Primero, que la libertad tiene que ver con el poder antes que con el individuo. Y el poder con la obediencia y, por tanto, con la educación. Segundo: Educar en libertad es educar en la norma que, desde luego, nunca ha sido permanente ni segura. Una buena educación hace que la sociedad extirpe cualquier otro punto de vista que pueda llevar a concepciones divergentes. ¿Qué dice la voz del pueblo a eso?

-Que alguna libertad tendrá usted cuando se le permite decirlo.

-Muy bien: de nuevo la teoría del pensamiento circular: Tengo libertad porque alguien me permite hacer algo: ya la sociedad, ya sus líderes. Se prueba la libertad por la mayor o menor extensión de la norma que me ubica en mi sociedad y en mi momento.

-Entonces, ¿no hay libertad, profe?

-Sí la hay, si te conformas. Ataduras de nuestra configuración circular.

-Ciertamente, -dijo la voz del pueblo llamada Arcadio.