miércoles, diciembre 07, 2005

DE LA PERCEPCIÓN CIRCULAR (Papeles de Trapisonda)

El mundo de Trapisonda sumido en un bloque de poliuretano, o sea, en la Realidad.

DE LA PERCEPCIÓN CIRCULAR.

(Nadie sospeche que en la Universidad de Trapisonda nos burlamos de la Metafísica. Sólo la tocamos con las manos desnudas, sin miedo a la infección.)

(Papeles de Trapisonda)

Todos lo habréis visto, es forzados alumnos en el tablón de anuncios de la Universidad de Trapisonda (http://robsy10.blogspot.com). Lo puse ahí para que los mejores sintieran el vahido de la nada ¿Eh? Nada menos que la Nada. Miles de años lleva el pensamiento negándola. Arcadio, el buen bedel de guardia en funciones de Voz del Pueblo, os pasará la copia:

DISCURSO POLÍTICO
En nuestro discurso político
cumplimos con lo que prometemos.
Sólo los imbéciles pueden creer que
No lucharemos contra la corrupción.
Porque si hay algo seguro para nosotros es que
La honestidad y la transparencia son fundamentales
Para alcanzar nuestros ideales.
Demostraremos que es una gran estupidez creer que
Las mafias seguirán formando parte del gobierno como en otros tiempos.
Aseguramos sin resquicio de duda que
La justicia social será el fin principal de nuestro mandato.
Pese a eso, todavía hay gente estúpida que piensa que
Se puede seguir gobernando con las artimañas de la vieja política.
Cuando asumamos el poder, haremos lo imposible por que
Se acaben las situaciones privilegiadas y el tráfico de influencias.
No permitiremos de ningún modo que
Nuestros niños mueran de hambre.
Cumpliremos nuestro propósito aunque
Los recursos económicos se hayan agotado.
Ejerceremos el poder hasta que
comprendan desde ahora que
Somos el PSOE con nuestra “nueva política”

-Esto es un juego de palabras, profe.

-Muchacho: en Trapisonda profesamos la doctrina de que las palabras no son un juego sino la única forma de ser hombres y conocer como hombres. Los juegos, para los nominalistas. Los actuales ni siquiera saben que lo son y acaban redactando para la radio y la televisión o siendo críticos y sociólogos.

-Concentraos en esas palabras normales, fáciles. Leedlas desde arriba y luego desde abajo. Dicen lugares comunes, como todo en estos tiempos descortezados: tratan de enseñarnos que los conceptos valen para cualquier cosa y cualquier uso. Pero ese texto dice algo más: afirman lo que niegan y niegan lo que afirman justo con las mismas palabras, sin sarcasmo ni ironía: textualmente. Presentan a la vez, sin variar ninguna palabra, el blanco y el negro; el sol y la luna. Unen los contrarios. Esa es su importancia: que quiebran la lógica.

-Un espíritu común se sonríe y celebra el sentido político de esta paradoja: el juego de palabras. Un espíritu en evolución se pregunta por el talento de quien lo escribió, pero, tras analizar, descubre que hay un método cómodo para hacer estas cosas. Un espíritu selecto, en cambio, siente el vahido de la nada. Bedel Florindo, atienda.

-Arcadio, señor.

-Eso le pasa por no llamarse Kevin o Juan. ¿Sabe algo de colores?

-Los veo todos los días, señor.

-Si une usted negro y blanco ¿qué sucede, Idilio?

-Sucede un color gris.

-¿Se puede obtener algo que sea, a la vez, negro y blanco completos?

-No me lo parece, señor.

-Y la gorra, ¿puede estar y no estar a la vez en su valiosa cabeza?

-Habría dificultades con el cuidadoso orden del Universo, señor. Todos sabemos que si A es A, A no es B, por así decir. Si mi gorra estuviera y no estuviera a la vez en la cabeza, yo sería y no sería también a la vez, lo que significa que tendría que ser dos y ninguno.

-¿Es complejo, verdad?

-Extremadamente, señor. Escapa al raciocinio.

-De ahí, el vahido. Nos asomamos al abismo de la Nada y, al tiempo, vemos la existencia de todo. Todo es nada, se dice el espíritu y vacila sobre sus pies. Desde los grandes griegos, aquellos tíos con túnicas y coronas de olivo, se había impuesto una lógica aplastante: No existe la Nada porque la Nada no es. ¿Quién ha visto o sentido de algún modo algo que no sea nada? ¿Y por qué?

-¿Porque carecemos del órgano al efecto, señor?

-No, Florencio. Para contemplar el ser disponemos del órgano espiritual llamado “nous”. El órgano está. Y es el que siente el vahido. Los viejos griegos, tan trapisondistas, percibieron de un modo u otro ese tirón del abismo y esa obstinación del espíritu humano de razonar y ordenar por contrarios: Si hay día, habrá noche. Si hay soso habrá salado. Si amargo, dulce. Si Esencia, Nada. Los más trapaceros entre ellos llegaron a la Idea de Apariencia. “Todo parece ser”. Digan “Vaya”. Quizá lo que vemos como apariencia es un paquete adornado que envuelve el ser. ¿Vemos realmente un río? Digan otra vez “vaya”. No: vemos un caudal de agua que se desliza entre unos márgenes. Le llamamos río, pero sus aguas siempre son distintas. El “Ser” del río es pasar o ser cauce fijo, lo que no incluiría el agua. Desde el momento en que Heráclito se puso a ello (puede que siguiendo a Anaximandro) y terminó diciendo que todo es cambio y que nada es, la razón humana se fracturó y se puso a dudar de la realidad. Aún hoy, como nunca, unos creen que todo cambia según su momento, que nada permanece sino en su momento, mientras los otros, que hay cosas que son permanentes e invariables. Los primeros son publicitarios y vendedores; los segundos, ingenieros y albañiles. Los que tratan de reunificar la razón, todo lo más coceden que vemos sombras chinescas que nos recuerdan los conceptos “ideales”, que son los verdaderos. Digan “uf”. Herminio, ¿cree posible que la Nada exista si no es nada?

-Lo veo dificultoso, señor. Si en un momento de perturbación dijéramos que la Nada existe, esa Nada sería Algo y, por lo tanto, dejaría de ser Nada, si puede expresarse así.

-Puede expresarse así y la cosa es incuestionable: sólo es lo que es: la apariencia es algo; el cambio, el fluir, el movimiento son algo, y algo que sucede siempre, luego son permanentes, Son. La Nada o no es o sería algo también y no Nada. Pero... Digan “pero...”. La Nada sí es algo. Digán “Nooo”, con tres oes. Es algo, muchachos: estamos hablando de ella, afirmando que no existe, es decir atribuyéndole una forma de ser: la no-existencia. No le den muchas vueltas porque sus circuitos pueden echar humo. Se lo traduzco fácilmente: La Nada existe como concepto. ¿Concluye usted algo, Arcadio?

-Concluyo, señor. Se puede dar nombre a lo que no es, como cuando en matemáticas usamos el concepto de infinito y, por supuesto, el de cero. El infinito también es contrario a la lógica y tan impensable como la nada. Pura convención. Simples apariencias y metáforas de lo indecible.

-Salvo que, si los conceptos sirven para decir o nombrar lo imposible, los conceptos nos engañan. Y si nos engañan, fiel Gumersindo, nuestra capacidad para explorar, conocer y ordenar el mundo resulta falsa: un beso de Judas. La cosa, cada cosa, es ella más su concepto. La cosa más su palabra. De otro modo: el lenguaje es una abstracción simbólica del ser y de sus formas, unidas a nuestra mecánica de pensar, que incluye la simbología del movimiento, lo que el Ser hace: la acción, que es el verbo; movimiento en el espacio-tiempo. Digan “Dios mío”. Ya vislumbran a lo que nos enfrentamos cuando leemos lo que un idiota (lo veo, no se agache) ha considerado un juego de palabras. Toda nuestra sabiduría parte de un postulado absoluto: que somos capaces de abstraer las cosas y convertirlas en expresiones simbólicas. Es el trabajo más complejo y difícil que realiza el ser humano. Abstraer y distinguir. Si en matemáticas X e Y fueran intercambiables, el discurrir matemático sería imposible. Si en el lenguaje simbólico que usamos ahora se puede decir, con los mismos conceptos, A y su contrario, ¿cómo es posible que nos entendamos? Dígame, Germinio.

-Eppur si muove, señor. O sea, pero nos entendemos.

-¿Está usted seguro? ¿Es posible que alguien entienda completamente lo que otro dice?

-Razonablemente seguro, señor.

-¿Y cómo está seguro si sabe que, con los mismos conceptos, podemos representar lo verdadero y lo falso?

-Quizá por la glándula pituitaria, señor; o sea, por la glándula Pineal. La que une el alma con el cuerpo y permite el sentido natural de distinguir el bien del mal, lo cierto de lo falso. Aún en un medio publicitario en exceso. Una glándula que produce neurotransmisores lógicos.

-¿Ni siquiera sospecha que el lenguaje tenga graves defectos de fabricación?

-Creo que sí lo sospecho, pero me aguanto, señor.

-Buf, con el lenguaje. Digan “Buf”. Ahora, descargados de emoción, consideren el diccionario.

-¿De cuántos tomos, profesor?

-Uno de la A a la Z, tan grande como se quieran imaginar. Con un millón de entradas, si fuera posible. En él estarían todos los conceptos que la humanidad ha abstraído. Todos los símbolos y patrones de cuanto se puede decir y transmitir. TODO. Ya hablaremos otro día de si puede o no existir un Todo y, en cualquier caso, percibirlo. Hay un mundo, o varios, que no se ven por diminutos. Lo muy grande, lo enorme, tampoco se ve porque no lo abarcan nuestros sentidos como un algo entero: demasiado amplio y demasiado cerca. Piensen que hasta los años cincuenta del Siglo XX nadie había visto el mundo entero y éramos parte de él. Hubo que retratarlo desde el espacio. Desde la distancia.

Lo meditaron un poco y no les cupo en la cabeza: creían como todos los modernos, que el hombre siempre supo cómo era el mundo y cómo sus colores brillando en lo negro de la noche que es el espacio. O vacío.

-Borren lo del Todo y vuelvan al asunto de los símbolos de lo real. ¿Qué dice nuestra teoría circular? Que cada idea se mueve hasta equivaler a su contraria. Por ejemplo, “cretino” quiso decir “cristiano” en un principio -lo que es bueno para el alma-, y ahora significa cretino tal cual, y, también una enfermedad por carencia de yodo que te convierte en borrico. ¿Notan ustedes vosotros que toda la sabiduría de nuestro mundo, acumulada en el diccionario, no tiene un sentido lógico ni cuenta nada leída de la A a la Z? Abran uno y lean seguidas las entradas. Con énfasis: “A aarónico aronita ab ¡aba!, Abab ababa ababan abarangay ababol”. ¿Han entendido algo? Sin embargo, es nuestro idioma, que leído en este orden pierde todo su sentido. La sabiduría de los diccionarios sólo es una definición de herramientas para mejor mover el pensamiento. Voces variables e invariables, pero el orden alfabético no les permite significar nada como conjunto. Saquen una conclusión. A ver, Remigio, Vox Populi: concluya un poco.

-Se me escapa el asunto, señor. Es elemental que un diccionario, en su conjunto, no sea un ensayo ni una narración ni nada. Sólo fragmentos que cada uno debe unir; vigas para la construcción de un edificio.

¿Y por qué, si contiene todos los materiales, todos los conceptos que se pueden usar no llega a ser un conjunto de teorías, quizá una sola y completa guía del Universo? Digan “Eso: ¿Por qué?” se lo digo yo porque se acerca el fin de la clase y estoy seguro de estar portándome como el que asó la manteca: Por el Orden. Eso estaba ya claro en el texto que nos daba el vahido de la nada: el orden de los conceptos hace la idea y la deshace. Para tener a la vez la cosa y la contraría, DEBÍAN cambiar el orden de la lectura. La verdad que digamos, el mundo que descubramos, será siempre un asunto del orden en que las cosas están. No como decía Hegel: la Realidad. No hay realidad sin orden. La REALIDAD de Hegel, niños y bedel, es un caos, es engorrosa, como si todas las palabras del diccionario se hubieran caído y hecho montón: cosas perdidas entre las cosas, verdades ocultas entre las verdades. La realidad humana es un orden del que, además, podemos afirmar que no coincide con el orden cósmico: Si ambos coincidieran entenderíamos fácilmente las leyes universales que se nos escapan. Tenemos una mente cautiva de las palabras: somos mentecaptos.

-Amén. -dijo el bedel Arcadio, dejando de contemplar el abismo de la nada.

-Para mañana -terminó el profesor- averiguaremos por qué nos vemos desde arriba al recordar y soñar, pero no vemos desde arriba los edicicios que aparecen en esas fantasías. Busquen explicaciones.
Por la transcripción, Arturo Robsy