lunes, noviembre 28, 2005

POR UNA DEMOCRACIA ABSOLUTA

Sello de Oro pese a ser elemental
POR UNA DEMOCRACIA ABSOLUTA

Parece evidente que cuando un método es bueno, lo es en toda circunstancia, o sea, tengo la impresión de que la tabla de multiplicar funciona a menos veinte grados centígrados, como a más cuarenta y en el vacío; lo mismo en Estados Unidos que en Alcorcón. Un hecho indiscutible.

Nuestra democracia occidental, modelo superior de convivencia, está a muchos metros por encima de las satrapías musulmanas o de las tiranías comunistas. No importa si, a veces, es necesario imponer la libertad a cañonazos: tenemos razón y es menester introducir la democracia en los pueblos atrasados. Por humanidad.

O sea, está claro que la democracia sí funciona a menos veinte y a más cuarenta grados; lo mismo en vergel que en desierto, en llano o en montaña, en América como en Europa. Es universal.
Pero hay aspectos que la democracia no ha conquistado aún, ni siquiera en el seno de nuestras sociedades occidentales, tierras fáciles donde se puede discutir sobre minucias sin que nada pase por discrepar sobre el sexo de los ángeles.

Uno de los desafíos inmediatos para la democracia está en la religión: la mayoría democrática debería decidir qué religión es la verdadera y tener la gestión de todos los asuntos teológicos y educativos, aunque sólo fuera para que nadie pueda sostener que el Estado Moderno trata de suplandar a Dios y decidir, según las circunstancias, que es bueno o malo, qué es justo o injusto. En españa, por ejemplo, no hay duda: los católicos suman mucho más que las sectas y el islam juntos. Por lo tanto, la religión verdadera, la rectora del saber de salvación, debiera ser la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Menos en Cataluña, naturalmente.

¿Que no es tan sencillo? Pues menos democrático sería que los partidos -asociaciones privadas- que alcanzaran la mayoría política decidieran sobre teología y filosofía, cuando carecen de mayoría sobre estas secciones de la sociedad y su objetivo declarado no es la salvación de las almas. Ellos msimos se muestran conformes al aceptar la separación Iglesia -Estado.

Otro gran campo, necesitado de democracia urgente, es el de la empresa. No se eligen por sufragio universal ni al director, ni al gerente, ni al presidente del consejo de administración, ni a los muy diferentes cargos, pese a que, si se eligieran, la convivencia laboral mejoraría, como sucede con la convivencia social que sí elige a sus representantes: los políticos.

Se trata de graves anomalías del sistema que, si avanza unos centímetros más, acabará en corporativismo, si no lo es ya: por donde van dineros van políticos y por donde van políticos los dineros van.

¿O no es así y sólo lo parece?