viernes, diciembre 09, 2005

EL POETA POPONS Y LA DIALÉCTICA


EL POETA POPONS, HERMANO SEPARADO.
DECLARACIÓN DEL CLAUSTRO DE
LA UNIVERSIDAD DE TRAPISONDA


El poeta Popons, que anduvo en malas compañías y se volvió herramienta del tópico irracional, es hombre menudo, de aspecto enfermizo, de torpe mirada y bigote lacio. Sólo escribe bajo una higuera que tiene, de donde le viene estar en la higuera a menudo, actitud compatible con las enseñanzas que imparte esta Universidad. Lástima es que se trate de un poeta de subvención, cogido por la trica con manos políticas. Lástima es que se produzca en catalán, aunque admita hacerlo en español cuando quiere: hoy en día desarrollarse en catalán equivale, sin excepciones, a desarrollarse contra lo español, que no es postura razonable ni justificable por cuanto rompe la verdadera misión de un idioma.

Tal vez sin querer, pero probablemente queriendo, excita sentimientos inútiles y peligrosos, como cuando escribe, casi en grito “¡Raza de Eunucos! ¿Por qué no defendéis vuestra lengua?”. El Poeta Popons parece sostener que su lengua ha sido cortada y coartada y que cualquiera tiene la obligación inalienable de expresarse en la “lengua de la tierra”, con independencia de que las tierras no hablan y que la suya en particular no es Cataluña, aunque le paga. Junto a este concepto materialista del idioma, suele citar el tópico de Marx “que dijo cosas muy ciertas e importantes que no se entendieron bien y se aplicaron peor”. No se entendieron bien porque en los archivos de la Universidad de Trapisonda no hay documentado ni un ser vivo que haya leído el Capital sin resumir. O sea, como El Quijote.

Lo que sí está escrito con fuste; lo que sí capta la atención -y a veces la esclaviza- es “El manifiesto comunista”, verdadera llamada al alma que se niega en él. Lo escribió Engels solo (hombre rico y de poco repartir), pero hay una leyenda que dice que Marx intervino, pese a llevar algún tiempo discapacitado a causa de la muerte.

El Poeta Popons, más por miedo que por ignorancia, se refugia en la blanda comodidad del tópico, con lo que flaco favor hace a su causa, sea la que sea. Se mueve a gusto en esa repetida cantinela semi filantrópica que mezcla niños negros hambrientos, marxismo de corazón y catalanes a los que no dejan serlo, porque les llaman “catalanistas” de modo peyorativo.

En esa situación, un hombre que estudió en el seminario (advierte que no era para ser cura) y en Barcelona, nutrido con los tópicos al uso para poderse alimentar de los presupuestos de las autonomìas catalanistas, acaba siempre en lo repetido, que es cierto, y en su propia repetición, que es catecismo. Acorralado por la realidad objetiva, la niega y se descarga con el gastado sistema del “Más lo eres tú”. Justifica su militancia oculta, citando varias veces por página, con guasa y retintín, la nunca bien entendida “dialéctica de los puños y de las pistolas”, sin saber siquiera como empieza la frase ni cómo termina. U ocultándola al lector con malevolencia, omitiendo a la vez por qué y ante qué se dijo.

Los alumni de Trapisonda cantan en su glorioso Himno que no se someten a los reglamentos del pensamiento de cualquier época y, en el ejemplo notable del Poeta Popons (en el que subsisten algunas virtudes en tímido silencio) quiere restablecer alguna verdad escrita, documentada y torcida ahora con los alambres del silencio. Una demostración clara de la Historia Circular, en que las ideas acaban siendo lo contrario, como lo frase de “La Dialéctica”, que era una defensa de la paz y de la patria, y se ha convertido, por mor de la repetición falsificada, en una llamada al ataque a una sociedad pacífica.

Reunido el Claustro de la Universidad de Trapisonda, a convocatoria del Rector Magnífico, se encargó al Decano Emilio la búsqueda de una dcumentación breve y exacta para poner en manos de los alumnos y transmitir a quienes busquen la seriedad en cuanto se dice: “Los españoles tenemos derecho a recibir información veraz”.

Leída que fue la documentación, se aprobó por siete séptimos, según los estatutos su inclusión en la página de Actualidades. Se trata de un fragmento de D. Enrique de Aguinaga, catedrático emérito de la Complutense de Madrid e individuo de la Real Academia de Doctores. La verdad es una; los intereses, muchos.

Léase:

UN TAL JOSÉ ANTONIO


Enrique de Aguinaga
Catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid; de la Real Academia de Doctores. Texto correspondiente a la conferencia pronunciada el 24 de noviembre de 2004 en el Casino de Madrid.


¿Se puede hablar de José Antonio?

... ... ...

Primera estación
EN LA QUE JOSÉ ANTONIO ES TABÚ

Mi experiencia es que no se puede hablar de José Antonio Primo de Rivera, al menos con conocimiento ecuánime. La ignorancia es tal que, frecuentemente, en libros actuales y solventes, en el índice onomástico, se le confunde con su padre, don Miguel.

José Antonio es hoy el gran desconocido, si no es tergiversado o agraviado porque, en el caso de que se le conceda existencia histórica, aparece como peligroso pistolero fascista, como golpista del franquismo o, en el mejor de los casos, como un tal José Antonio.

José Antonio es un tabú irracional, a izquierda y derecha.

Cristina López Schlichting, a quien, con ocasión del centenario, le propuse un sencillo recordatorio radiofónico, me escribe: habrá que esperar cincuenta años para que la gente deje de odiarse a causa de la republica y de la guerra civil […] José Antonio es victima de la utilización ideológica, primero, de Franco y, ahora, de los falsos demócratas
.
Ante mi insistencia, Cristina acabó explicándome que José Antonio es objeto de tal tabú que siendo como soy el blanco más perseguido (como parte de COPE) no me atrevo a tratarlo.

¿A quién se censura de este modo implacable? ¿De quién se trata?

Se trata de un joven esclarecido y arrogante, universitario enamorado del Derecho, que se perfila como autentica gloria del Foro español, según la autoridad jurídica y adversaria de Bergamín (1927); que entra en política noblemente, en defensa de su padre (1931); que, en política, actúa plenamente, como titular de un partido, sólo año y medio (desde octubre de 1934, elegido Jefe de la Falange por tres años, hasta su encarcelamiento en marzo de 1936); que, a pesar de tal brevedad, ha originado más bibliografía que cualquiera de sus coetáneos ilustres y que muchos de ellos juntos; que ha dejado mil doscientas paginas de cristalino pensamiento y de nítida prosa, ahí presentes para su estudio; que ha movilizado a tres generaciones de idealistas; que arrostra el cautiverio y la muerte estoicamente, ejemplarmente, cristianamente; que para quienes le analizan y conocen honestamente adviene en arquetipo; que, en fin, hace exclamar al filosofo francés Gustave Thibon ¡Qué alma más limpia!

La censura es, ciertamente, implacable e irracional. He aquí unas muestras que he vivido:

En el Instituto de Estudios Políticos (1986), en un inquisitorial auto de fe, se destruye el depósito de la más admirable edición de sus Obras Completas (la edición de 1977).

En 1999, en la Universidad de Salamanca (en la Salamanca de Unamuno, que conversa con José Antonio y le califica de cerebro privilegiado, tal vez el más prometedor de la Europa contemporánea), se prohíbe y persigue un curso promovido por una asociación de estudiantes, que, previo pago, cubrió una matricula de cuatrocientos para asistir a las disertaciones sobre José Antonio, entre dos mundos. La evolución de un pensamiento.

Como catedrático emérito, diré, no sin rubor, que la conferencia que me prohibió el rector de la Universidad de Salamanca, profesor Berdugo, pude darla finalmente en la Universidad de Trieste, a requerimiento del profesor Spagnesi, director del Departamento de Ciencia Política. Me consta que la noticia se envió desde la delegación de la Agencia Efe en Roma; pero, vaya por Dios, no pudo entrar en los circuitos nacionales.

En 1997, con una audacia que todavía no me la acabo de creer, se presenta en el Ateneo de Madrid el libro Sobre José Antonio, siendo presidente del Ateneo, Paulino García Partida, de Izquierda Republicana. Fue un acto clamoroso, insólito y de puro estilo falangista. Los más viejos ateneístas no recordaban otra semejante ni el salón tan abarrotado. Al día siguiente, ni una palabra en Prensa, Radio o Televisión.

Durante cuatro años, sucesivamente, la Universidad Complutense, en sus oceánicos cursos de verano, ha negado un ciclo mínimo dedicado a José Antonio, desde un punto de vista académico, a cargo de catedráticos de la propia Universidad

Tras aquella nueva censura, por carta, ofrezco el curso al Rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Pereces-Barba, que cortésmente me da la callada por respuesta.

El Servicio Filatélico, que la concede a Mortadelo y Filemon, deniega una emisión, solicitada en tiempo y forma, con motivo del centenario de José Antonio (2003), a semejanza de las emisiones de Indalecio Prieto, Victoria Kent o Pablo Iglesias.

Debidamente requerido, el Colegio de Abogados de Madrid, al que José Antonio perteneció (mi oficio de abogado, tan profundamente querido dice en su testamento), no accede al menor recordatorio.

La Real Academia de Doctores rechaza una petición académica para señalar el centenario con una conferencia sobre José Antonio a la vista del Derecho y la Universidad.

Con absoluto desconocimiento de su contenido, el Grupo Socialista del Ayuntamiento de Madrid, mediante un comunicado oficial, exige la prohibición de una conferencia titulada escuetamente José Antonio Primo de Rivera en el ciclo Madrileños del siglo XX organizado autónomamente por el Instituto de Estudios Madrileños en el Centro Mesonero Romanos.

Televisión Española retira de la programación el video del centenario de José Antonio (23 de abril de 2003) realizado con un aséptico guión de Adriano Gómez Molina. Se dice que los representantes socialistas, en el Consejo de RTVE interpelan al director general, que hasta la fecha no ha explicado aquella censura.
El miembro del Consejo de Administración de RTVE, Sacaluga, exige públicamente la prohibición de la sesión dedicada al centenario de José Antonio en el programa Negro sobre Blanco de Sánchez Drago. La sesión se emite, de madrugada; pero el programa de Sánchez Dragó acaba suprimido.

Raramente (en dos ocasiones, recurriendo personalmente a Jesús de Polanco), los periódicos publican mis cartas sobre José Antonio, que escribo sólo para el restablecimiento de verdades vulneradas.

En 1998, el Secretario General de la Delegación del Gobierno en Asturias, José María Pérez Rodríguez, del Partido Popular, es destituido fulminantemente por calificar a José Antonio, ante un reducido auditorio, como español admirable y ejemplar, injustamente olvidado

Después de haber permanecido cincuenta años, se retira vindicativamente de la galería del Ateneo de Madrid el retrato de José Antonio, siendo presidente Carlos París (2000).

Un renombrado catedrático de Historia retira su participación en un encuentro intelectual sobre José Antonio y se justifica literalmente, por escrito: Mi participación tendría consecuencias muy negativas para mí en lo profesional y en lo personal (2003)

Enrique Quesada solicita mi dirección para su tesis doctoral, Jose Antonio, la derecha y el fascismo; pero la malicia de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense, Sección Moderna y Contemporánea, actúa de modo que el doctorando tiene que renunciar a su intento.

De modo torpe y solapado, en este mismo año, se retiran los monumentos a José Antonio, en Guadalajara y Tauste.

Y, ahora, a mi compadre Jaime Campmany le han querido quitar una calle por falangista o por joseantoniano, como también él prefería.

Llegados a este punto, permítanme ustedes un paréntesis para subrayar, como lo hace González Cuevas, en su libro El pensamiento político de la derecha española del siglo XX, tanto los fallos de comunicación de los joseantonianos como la actitud de la derecha avergonzada de su propia historia.

Considerar como afrentosa la condición de franquista o falangista, y considerarla así en un sistema democrático de libertad de expresión de todas las opiniones, es una irracionalidad pavorosa.

Primero, porque franquista y falangista son ya sustancias históricas como anarquista, comunista o socialista. No veo en ningún periódico de hoy a anarquistas, comunistas o socialistas que den una gota de su sangre por la implantación de un autentico anarquismo, un autentico comunismo o un autentico socialismo.

¡Todos estamos, tan ricamente, inmersos en la dogmática democracia capitalista!
Y, segundo, en cuanto que franquista y falangista hoy son actitudes de restitución de la verdad, tan sistemáticamente atropellada.

Por lo tanto, a estas alturas, si no fuera por el cainismo flotante, quien quiera se podría declarar franquista o falangista, como anarquista, comunista o socialista, con toda naturalidad y a mucha honra.

Y por supuesto, para las posibles irregularidades, ahí están la Constitución y el Código Penal. Y cierro paréntesis.

Todo lo anterior y más hace decir al historiador Luis Suárez: José Antonio es el gran ninguneado y hace falta valor cívico para citarle en público.

¿A qué este ensañamiento aniquilador? ¿Será mala conciencia? ¿Será odio a la excelencia? ¿Será rencor mostrenco? ¿Será simple ignorancia?

Segunda estación
EN LA QUE SE HABLA DE FASCISMO, FRANQUISMO Y VIOLENCIA

Les pido que me crean porque no tengo tiempo para desarrollar datos y argumentos, que ya he desarrollado en libro, y porque no tengo ningún interés en engañarles a ustedes ni en engañarme a mí mismo. Queden así tres apuntaciones someras sobre tres afrentas mostrencas: fascismo, franquismo y violencia.

José Antonio, que aparece en el periodo de entreguerras, entre las apelaciones universales del fascismo y del comunismo, tiene un primer deslumbramiento pero, en seguida, se niega a ser fascista. Las pruebas no dejan la menor duda. Hoy, sólo fanáticos o ignorantes invocan al fascismo. La gran patraña de la izquierda, la gran estafa que tan buen resultado dialéctico le ha dado, ya no se admite seriamente. Sólo zarrapastrosos políticos sacan al fascismo a pasear, cuando no tienen otro recurso. Lo ha dicho el inequívoco Payne (La Razón, enero, 2005).

Primo de Rivera no fue ni podía ser un fascista concluye el profesor universitario Sánchez Marín en su libro José Antonio Primo de Rivera. La teoría y la realidad (2004). Sánchez Marín que, por la censura invisible, ha tenido que editar digitalmente su libro en Montevideo, tiene cuarenta años y, por lo tanto, escribe contra corriente, sin nostalgia ni apasionamiento, por imperativo intelectual.

La complejidad política ha unido durante treinta y ocho años los retratos de José Antonio y Franco, como unidas están sus tumbas; pero, si no se puede decir que Franco fuese joseantoniano, menos aún cabe la ucronía de que José Antonio fuese franquista.

José Antonio no puede ser enjuiciado por lo que se hizo con su memoria después de su muerte reconoce Paul Preston. Con suficiente autoridad, se considera que en 1936 no sólo muere José Antonio, sino también su Falange y que el largo periodo posterior de impregnación falangista, con sus luces y sus sombras, con sus excelencias y miserias, con su enorme complejidad, no admite simplificaciones y debe ser estudiado en todas sus dimensiones.

Hablemos de violencia.

En la campaña electoral de 1933, cuando José Antonio aparece con la Falange, el socialista Indalecio Prieto clamaba: Si somos derrotados en las urnas, a vencer en las calles al grito de ¡Viva la revolución social! Para esa revolución, explica la socialista Margarita Nelken, nos harán falta llamas gigantescas que se verán desde cualquier punto del planeta y olas de sangre que teñirán de rojo los mares.

Días antes, el socialista Largo Caballero, presidente del PSOE, preconizador de la dictadura del proletariado, afirmaba, en la misma campaña: Estamos en plena guerra civil. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. Tenemos que luchar como sea hasta que en las torres y los edificios oficiales ondee no una bandera tricolor de una republica burguesa, sino la bandera roja de la revolución socialista.

Para ello, según el Decálogo publicado en 1934, la única idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su cerebro es que el socialismo solamente puede imponerse por la violencia y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía sueños democráticos, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente .

En el otro extremo, en la misma campaña de 1933, el democristiano José Maria Gil Robles arenga a los suyos: Queremos una patria totalitaria. ¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre! La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista del Estado nuevo. Pocos meses antes, se había desatado la rebelión anarquista, reprimida brutalmente por el Gobierno republicano, en el pueblo gaditano de Casas Viejas.

En este contexto, José Antonio, ante las ofensas a la justicia y a la Patria, proclama la dialéctica de los puños y de las pistolas, en frase que es lo único que saben de José Antonio, y lo saben mal, sus detractores típicos.

El propio José Antonio corrige la frase y explica su dramática resistencia a los azuzamientos de la derecha y a las provocaciones de la izquierda, para responder a la violencia.

Hay datos abundantes para analizar esta profunda crisis de José Antonio, uno de los hombres más ponderados que han existido en la política española, según Juan Ignacio Luca de Tena, el alma más liberal, según Eugenio Montes, generosa cordialidad frente a los que no pensaban como él, según Gregorio Marañón; hijo de la luz, según Antonio Garrigues Walker; fiel a su compostura intelectual, hasta el último momento, según él mismo, que escribe: Sin la constante vigilancia del pensamiento, la acción es pura barbarie.

También hay datos para analizar la complejidad de la actitud de José Antonio ante el golpe militar de 1936 y su transformación en guerra civil, que hoy sigue siendo objeto de contradicción historiográfica.

Ahí están los doce mensajes sucesivos de José Antonio, que van desde las elecciones de febrero hasta las vísperas de su muerte. Hay que estudiarlos. Hay que estudiar, en la deriva de los acontecimientos, la que José Antonio considera única solución del conflicto ya estallado: la deposición de las hostilidades.

Hay que estudiar su ofrecimiento al Gobierno como mediador del posible pacto, así como su propuesta de un plan de pacificación y su proyecto de Gobierno Nacional en el que, bajo la presidencia de Martínez Barrio (de Unión Republicana), estarían Felipe Sánchez Román (del Partido Nacional Republicano), Melquíades Álvarez, que asesinarían en Madrid (del Partido Reformista), Miguel Maura (de Derecha Liberal Republicana), Manuel Portela (del Partido de Centro), Mariano Ruiz-Funes (de Izquierda Republicana), Juan Ventosa (de Lliga Catalana), Ortega y Gasset (de Agrupación al Servicio de la Republica), Indalecio Prieto (del Partido Socialista Obrero Español), Agustín Viñuales (independiente) y Gregorio Marañon (de Agrupación al Servicio de la Republica).

Lo infructuoso de la tentativa no afecta a su compostura, en la que permanece definitivamente.

Un adversario político muy notable, José Maria Gil Robles, declara en 1979: José Antonio nunca quiso una sublevación militar y, mucho menos, que se instalara una dictadura militar. De eso tengo noticias exactísimas. Quería un golpe falangista. Podía admitir como instrumento necesario la colaboración de militares, pero un golpe militar estructurado para dar lugar a una dictadura militar ¡jamás! Esto es segurísimo.

Dionisio Ridruejo, ya fuera de la Falange, asegura que para José Antonio la perspectiva de una guerra civil era un desastre, cualquiera que pudiera ser su resultado. Y el propio José Antonio, envuelto en su vorágine, opina que una guerra civil, además de una barbarie es una ordinariez, porque el pueblo que tiene que lanzarse a ella pone de manifiesto que ha malogrado una de las gracias más grandes recibidas del Todopoderoso por la Humanidad; la inteligencia y un lenguaje común para entenderse.

La guerra civil por antonomasia (1936-1939), también rebelión militar, alzamiento nacional, guerra facciosa, guerra de liberación, cruzada, guerra incivil, lucha antifascista, lucha anticomunista, guerra civil mundial, ensayo de la II Gran Guerra o última guerra romántica, no es algo súbito, inimaginable, sin antecedentes, mera ocurrencia malvada.

Ya en 1866, Fernando de Castro avisa a la Real Academia de la Historia que España verá ensangrentarse sus ciudades y sus campos en una guerra civil, religiosa... Ya en 1915 Luis Araquistain, proponía exteriorizar la guerra civil que palpita en las entrañas del pueblo español. Y está en la sublevación republicana de Jaca (1930), en el destierro de Alfonso XIII, para evitar la fraticida guerra Civil, y en la intentona del general Sanjurjo (1932).

Francisco Largo Caballero, en 1933, como ha quedado dicho, la proclama abiertamente con caracteres cruentos y, en 1934, la evita el Gobierno al sofocar el golpe de estado del PSOE. También para evitar la guerra civil, Alcalá-Zamora acepta, en 1936, su destitución como Presidente de la Republica, mientras que José Maria Gil Robles la considera absolutamente inevitable y Juan Ignacio Luca de Tena no sólo la considera inevitable, sino también trágicamente necesaria para salvar a nuestra Patria del caos .


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CLAUSTRO DE LA UNIVERSIDAD VIRTUAL DE TRAPISONDA.
RESTABLÉZCASE LA HISTORIA.